Con el primer día del año comenzó a operar en Cuba el ordenamiento monetario, un plan que incluyó la eliminación del peso convertible cubano equivalente al dólar, la devaluación del peso, el incremento de los precios mayoristas y minoristas, la supresión de un conjunto de subsidios, elevación de las tarifas de los servicios, así como el aumento de salarios y pensiones.
Casi un año después se debate si fue el mejor momento para aplicarlas porque las medidas llegaron en medio de un desabastecimiento de alimentos, medicamentos e insumos esenciales por los efectos de la COVID-19 y la imposibilidad de las industrias para aumentar la producción, debido a la crisis económica vigente desde hace tres décadas, reforzada también por la situación sanitaria.
Los economistas reconocen que el proceso la transparentó la contabilidad de las empresas y adecuó las variables de la economía con los estándares internacionales, pero también indican que ocurrió con una demora de casi 10 años dentro del programa de reformas iniciado en 2011 para modernizar el modelo económico cubano.
La reforma financiera implicó un aumento promedio de salarios de 450%, pero también un alza de precios y servicios. La inflación en precios minoristas se reconoce al 60%, sin embargo ese dato actualmente es incalculable, pues sube por día, sobre todo en los alimentos. El sueldo mínimo se estableció en 2.100 pesos mensuales, 87 dólares al cambio oficial de 1×25, pero irreal porque no hay una oferta por parte del Estado, lo que hace que oscile entre 70 y 80 pesos y eso reduce los salarios reales de manera considerable.
La inflación en los últimos 10 meses se ubicó en 6.900% para el mercado informal de divisas, aunque esa cifra no tiene nada que ver con lo que la gente está viviendo con precios entre siete y diez veces más grande. La canasta de bienes y servicios de referencia alcanza su costo más alto en La Habana, con 3 250 pesos, y en las provincias orientales en 3 057, cuando su valor diseñado era de 1 528 pesos.
Las divisas se intercambian cada día a mayor precio en el mercado negro. Muchos de los productos necesarios para la vida cotidiana de los cubanos solo se venden en tiendas en moneda extranjera, a las que no todos tienen acceso. De esta manera, los revendedores a veces ofrecen al último consumidor los productos tres o cuatro veces más caros de lo que cuestan en estas tiendas, ya de por sí caras.
Cuba sufre una crisis económica con una contracción del PIB de 13% de enero de 2020 a septiembre de 2021, una crisis que se profundiza por los efectos de la pandemia de la COVID-19 y por las sanciones económicas impuestas por el gobierno de Estados Unidos.
La inflación pudiera aliviarse, según los economistas con una tasa «flotante» con el dólar. Esto es, que en lugar del precio establecido –1 dólar por 24 pesos cubanos–, el valor sea variable dependiendo de la demanda real de divisas, para competir con el mercado informal, donde la divisa se cotiza actualmente a más de 70 pesos.
Pero el Ordenamiento no eliminó la dolarización parcial de la economía, tras la apertura desde 2019 de tiendas para la venta de equipos electrodomésticos, alimentos y artículos de primera necesidad, mediante tarjetas respaldadas por cuentas en divisas convertibles, además de que los proveedores ya empiezan a exigir Moneda Libremente Convertible para contratar sus producciones e incluso lo hacen con empresas que no tienen manera de captarlo, aprovechando que mucho actúan como monopolios por tener producciones únicas dentro del sistema empresarial cubano.
La segmentación del mercado en dólares expresa desigualdades en los ingresos y el consumo, porque no acceden todas las familias, ni todas pueden comprar la misma cantidad de productos en relación con sus necesidades. Los analistas apuntan que ante la escasez crónica de productos o la imposibilidad de comprar en las tiendas en divisas, un porcentaje de la población satisface necesidades de consumo en la economía sumergida, alimentada en parte por el robo de recursos de entidades estatales. Ni siquiera se ha cumplido la idea de reaprovisionar el mercado en moneda nacional con lo recaudado con las ventas en MLC, pues ese mercado permanece deshabastecido.
Mientras haya escasez de oferta y personas que se dediquen a la reventa, si hay una demanda en capacidad de adquirir esos productos a los precios que hoy tienen en el mercado, continuarán los procesos inflacionarios, la pirámide seguirá invertida y los cubanos se mantendrán luchando en un mercado informal donde tienen todas las de perder.
Para salir de ese ciclo, el Estado tiene que «priorizar el establecimiento de mercados mayoristas para las mipymes y las cooperativas» y, por último, que hay que «comenzar el proceso de descargar de las empresas estatales con pérdidas el exceso de activos fijos y de fuerza de trabajo», o sea, cerrar o reducir las entidades improductivas. Solo así saldrá adelante una economía que exige de mucha creatividad .
Por Abel Anahuac