A próposito del tema de las denuncias de abuso sexual contra el trovador Fernando Bécquer reproducimos un post tomado del perfil de una joven periodista a propósito de los hechos de violencia narrados.
Hoy generé el debate sobre el tema del día. Quería saber qué piensan las mujeres a mi alrededor sobre las situaciones descritas por las 5 chicas que denuncian a Fernando Becquer por violencia de género. Coincidimos casi todas en que a los 30 segundos de leer el artículo pensamos que tanta ingenuidad era imposible en estos tiempos. Dos o tres párrafos luego, dos o tres minutos de charla después. Pensábamos diferente. Sí, sí, indudablemente una puede ser muy ingenua, muy confiada pero eso no es causa para la culpa.
Yo ponía el siguiente ejemplo: cuando vamos al hospital nos ponemos en las manos de los médicos. Si esta persona con bata blanca nos dice que nos quitemos el blumer para evaluarnos, sin recato lo hacemos, si nos dice que el remedio es poner la oreja derecha en el talón izquierdo, lo hacemos. Contra, es un médico y en la faz de la tierra todos los médicos existen para hacer el bien.
Claro está, salvando distancias, Fernando Becquer ni es médico ni salva vidas pero es para algunas personas una figura a seguir, a respetar. A veces el simple hecho de salir por los medios de comunicación nos enviste con un aura de confiabilidad tremenda, aunque tras cámaras, ningún conocido apueste un chícharo por nosotros. Sería en este caso como la bata blanca; los medios son una especie de bata blanca.
Una de las mujeres se quedó pensativa, en pleno proceso de construcción y deconstrucción, poniendo y quitando ladrillos de su ideología.
Una me confesó que un día entró a la casa de un conocido y subió su blusa hasta el ombligo ante similares artimañas «religiosas». Pero, notó lo extraño de la situación y salió en la máxima velocidad de aquel lugar.
No era la típica mujer ingenua y aún así cayó. Entonces yo empiezo a sacar del baúl recuerdos y comprendo que yo he visto escenas no tan diferentes, situaciones en las que un NO hizo la diferencia pero bien pudo ser un SÍ. No hay tanta diferencia entre un NO y un SÍ, aunque así parezca. Son segundos los que les dedicamos a estas decisiones, triviales hasta cierto punto porque desconocemos el desenlace… Pero el juicio no puede estar en esas decisiones fugaces, sino en aquello que es planificado, premeditado y estudiado en base a experiencias ya reiteradas.
Caballero, es triste tener que aprender a base de golpes. Yo aprendí en que a una guagua hay que subir con los ojos abiertos, mami pudo habérmelo dicho mil veces, yo grabé la lección el «día en que me pegaron el llavero». Pero no es sano aprender así. Todos tenemos que implicarnos desde todos los espacios a educarnos, hablar desde las experiencias para que el mensaje sea inyectable.
Aquí nadie está pegado en un pedestal, si hay que quitar se quita, si es necesario deconstruir se deconstruye, si el señor es revolucionario pues en este caso hay que botar la palangana con el niño porque nadie puede hacer Revolución con semejantes fracturas ideológicas. Y otra cosa… Ahora mismo todo queda en la especulación porque en Cuba hay leyes, la justicia con el debido proceso tienen desde ya una tarea pendiente. Eso sería una señal de que el sistema realmente quiere abrir los ojos.
Coletilla: La denuncia legal, necesaria para empezar una investigación penal sobre los hechos, se hace ante los órganos competentes y ojalá se hagan públicos los resultados de la investigación. Habría que ver también, en busca de la pluralidad de las voces y de completar la historia, qué dice el inculpado.