El mercado informal en Cuba se adueña de todoEl mercado informal en Cuba se adueña de todo

Por Sergio Marquina   /

Tras la paciente espera, como en todo el país, mi provincia comenzó a recibir los módulos de alimentos llegados por donaciones de manos amigas, a veces con no pocos esfuerzos, desde diferentes países, como testimonio de solidaridad humana.

Ya en el territorio, la distribución llega a nuestras manos casi inmediata gracias al trabajo de un grupo de instituciones que aportan no solo este esfuerzo cotidiano, sino que garantizan que los productos sean recibidos con calidad luego de su empaque y traslado. En lo que a nuestra ciudad se refiere, se procesan unos diez mil bultos que incluyen granos y pastas para cada módulo familiar. Según programa las entregas se realizaran gradualmente en los distritos del municipio capital de la provincia para pasar en una segunda fase al resto de la provincia.

Hasta aquí la esperada noticia que los medios de prensa reproducen por la significación de este aporte alimentario para numerosas familias y la confianza de que no estamos solos en nuestra cotidiana lucha. El estado de la opinión callejera, la que circula en comentarios de variopintos sabores, acoge este aporte no solamente con agradecimiento sino también con la admiración hacia nuestros amigos allende los mares. Atento al momento no hemos escuchado un solo comentario controvertido o majadero sobre el tema. Por el contrario, orgullosos de conocer la admiración que nuestro país ha ganado.

Sin embargo, a pesar de la nobleza de estos donativos y del agradecimiento del pueblo, a veces la dignidad se desdibuja corroída por el ácido vil de oportunistas cuyo mundo innoble se fortaleció ante la indiferencia conque, cuando el valor de los servicios públicos y alimentos se dispararon, pudo ser atajada pese a las denuncias de la prensa y una buena parte de la comunidad, entonces y ahora, golpes de pecho de por medio, autoridades y funcionarios estatales, venales o no, esquivaron el tema dando la callada por respuesta permitiendo la multiplicación de precios a pesar de regulaciones oficiales (que pocas veces han regulado algo) dejando que tomara forma las secuelas que hoy nos obliga a pagar sesenta pesos por una calabaza y cuarenta por tres plátanos en ese comercio publico nada clandestino impulsado y abastecido por una red que desde hace mucho, y ante la insuficiencia oficial, obliga a los ciudadanos de a pie a apretar el dinero en los bolsillos para no ser estafados y extorsionados ante la única disyuntiva que nos dejan de tener, o no tener, que para el caso es lo mismo que comer o no comer.

Esta inflación “autorizada” se alzó desde un principio ante la indiferencia de autoridades creadas para enfrentar y combatir lo que por años ni han combatido ni enfrentado llegando al extremo de hacer caer la responsabilidad de esta situación sobre el ciudadano común quien, a criterio del burócrata de turno, debe enfrentar a los especuladores en sus diversas manifestaciones, cuando en realidad esa tarea es responsabilidad estatal y no ciudadana.

Y como aquellos polvos tren estos lodos, apenas comenzaron a llegar a nuestras manos los módulos donados, ya todos estos productos están a la venta en la calle con plena desfachatez, sin pudor, como cuadra a los mejores deshonestos, provocando la irritación popular que no concibe que tal vileza pase también a la categoría de la indolencia del gobierno local en todos sus niveles y que hoy, si sus medios de atención a la población funcionan como deben, han de saber que en la calle estos donativos, entre carretillas de viandas y vegetales o en vendutas particulares se están vendiendo a pregón público los paquetes de chicharros, por ejemplo, a 200 pesos y el espaguetti a 250 y más.

¿Bueno, y entonces ahora qué?… ¿Se sigue mirando para otro lado o quienes tienen que hacerlo salen a la calle para barrer tanta basura? Y es que tal acción tiene que hacerse de inmediato, hoy, porque ayer no se hizo, y mañana nadie sabe si se hará.

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