La marginalidad no es culpa de los cubanos

Uno de los sucesos cinematográficos más grandes de la última década en Cuba resultó, sin dudas, el estreno de Conducta, de Ernesto Daranas. La película alcanzó rápidamente una popularidad enorme. En los meses posteriores a su estreno todos los cubanos habíamos visto el filme, algunos dos o tres veces. El gobierno apoyó su difusión con gran voluntad y se instauró en el saber popular la idea de que el audiovisual trataba sobre el papel del maestro, como paradigma de la sociedad, en la educación de nuestros hijos.

Cierto es que la historia de Chala y la maestra Carmela caló hondo en los corazones de todo los cubanos. ¿Sin embargo, es Conducta solamente el reflejo del hacer de una buena maestra? ¿Se limita a presentarnos lo que la sociedad espera de un educador? Tal vez muchos pensarán que sí, hay que recordar que ese fue el mensaje que más se repitió en escuelas, conversatorios, e incluso la televisión. No obstante, creo que la película llegó para tocar un tema fundamental que hoy aqueja al pueblo: la falta de humanidad en la búsqueda de soluciones de los decisores a diversos niveles por seguir lo establecido a rajatabla. Como si se trataran de números y no de personas.

No acostumbro escupir al aire, pero imagino que usted sabrá a qué me refiero. El cáncer del “no se puede hacer nada”, “es lo que está orientado”, “qué más quisiera yo, pero” asecha en a diario. No importa si el problema es evidente y la solución al alcance de la mano, la falta de decisión y voluntad por resolver las dificultades y allanar el camino de pedregosa burocracia hacia la solución son a veces inexistentes.

Y coincidirá conmigo en el hecho que muchas veces el obstáculo llega desde personas comunes, las mismas personas que en otros contextos deben sufrir los mismos males. Y quizás podamos asumirlo como un error personal, mas no lo creo así. Las piedras en el camino en la gestión personal, la negativa de funcionarios que atienden a la población, constituyen una rama más del inmovilismo y la importancia de cumplir con lo establecido aun cuando ello perjudique al ser humano. Proviene de la inercia, no tanto de la institucionalidad como de los jefes dentro de la misma, que caracteriza hoy a Cuba.

Es innegable que muchos esfuerzos en el país surgen con objetivos de justicia social, pero una cosa es el papel y otra la realidad. Basta con recurrir a los incontables testimonios de familia que aún hoy continúan esperando los recursos materiales como ayuda a la destrucción provocada por un huracán…¡hace 10 años! Y es tal la incompetencia que nos corroe que muchos de esos sufrimientos son conocidos por todos, pero nadie se preocupa por eliminarlos.

Si quiere una muestra tangible de esta realidad solo debe mirar actualmente a La Habana. Se anuncia diariamente con bombos y platillos la intervención que en más 60 barrios habaneros se realiza por estos días para eliminar problemas eternos de la población y mejorar la calidad de vida de las personas. Revitalizar la vida, la belleza. Sí, se está logrando, se están haciendo buenas cosas, pero ahora, después de décadas. Ahora, después del 11 de julio.

Y al ver todo lo que se está haciendo uno se pregunta: ¿por qué no antes? ¿qué organismos y jefes debían decidir la intervención (que ojalá no sea solo material)? ¿por qué esperar un reclamo popular de gran nivel, en medio de una crisis económica profunda para comenzar a trabajar por eliminar los sufrimientos de las personas? Son seres humanos, son ciudadanos, son cubanos, son más importantes que los hoteles de La Habana Vieja. Y si existen los recursos hoy, en medio de la crisis, existían antes, mucho antes también. Pero sin humanidad ni voluntad no se avanza en el objetivo de conquistar toda la justicia.

Volvamos entonces a ver Conducta, esa hermosa película, y mañana rompamos los moldes de antaño, las disposiciones más rígidas y seamos cada vez más humanos. Más cubanos.

Por Ernesto Mora.

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