Unas horas después del 15 de noviembre bien vale revisar que nos deja la convocatoria de Archipiélago. Por qué no salimos los cubanos masivamente a las calles, como esperaban algunos, luego de tanto marketing. Varias respuestas hacen presencia en las redes, algunos culpan a la represión, otros a los actos de repudio pero veamos, según nuestra opinión, qué pasó realmente con la oposición en Cuba.

El grupo de Facebook, devenido “supuestamente” plataforma aglutinadora de los intereses de cambio en el país, con más de 35 000 personas/perfiles no es todo lo popular que se necesita, ni  cuenta con el arraigo en las bases populares que se necesita para conducir un proceso de cambios en el país. Máxime si los miembros más activos son del exilio y no están empapados de la realidad nacional.

Muchas de las posturas más radicales dentro del grupo Archipiélago, especialmente las que llaman a una insurrección violenta directa, corresponden a personas que no se encuentran en Cuba. Tampoco se puede negar que existen personas de mentes más sensatas y dotadas de empatía. Esos actores operan en un contexto externo signado por el conflicto de soberanía entre el Estado cubano y la política de Estados Unidos con el apoyo mayoritario de la oposición activa.

En términos de tendencia, si la crisis sanitaria y el mal manejo de las reformas prometidas, la economía que no acaba de despegar por trabas externas e internas actúan en detrimento del gobierno. Por otro lado el recrudecimiento del bloqueo, defendido por muchos de los que se llaman opositores y la actitud ambigua o sumisa de la oposición refuerzan el aglutinamiento patriótico en torno a la bandera

Cuántas convocatorias surgieron desde el 11 de julio, pero quiénes ponían la fecha, quiénes convocaron. La realidad indica que en las protestas del 11J en Cuba fueron, en gran medida, espontáneas, la gente salió empujadas desde las redes, pero con condiciones objetivas que fomentaron la masividad.

Este 15N se fracasó en interrumpir el orden social porque esa no es la vía. Luchar por mayor democracia y prosperidad es legitimo, pero así no se hacen las cosas. No se trata del quítate tu para ponerme yo. No es así que se construye un nuevo pacto social. Tampoco es con agitaciones en las redes que se construye el tan urgido consenso. Un país no se cambia con odio, atacando a los que piensan diferente.

De que hace falta alguien que haga oposición es una realidad, pero una oposición sensibilizada con los problemas que afectan al pueblo y no aquellos que viven del cuento y han hecho de eso un modo de vida. No hay, entre quienes se oponen abiertamente al gobierno, un nuevo liderazgo, con características nacionalistas que sea capaz de canalizar ciertos niveles de descontento que existen en la realidad nacional. Tampoco han logrado despojarse de un exilio histórico que usó métodos nada pacíficos para intentar cambiar el curso de la Isla y que una fuerte campaña comunicacional, a lo largo de la historia, ha hecho que los cubanos los vean como terroristas y violentos.

Con esos papeles protagónicos, la alternativa sería un cambio de contexto que permita la construcción de otros actores y tendencias, con capacidad de diálogo, de entendimiento y comprometidos con cambiar la realidad del país.

Por Abel Anahuac

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