Por Ernesto Mora/

La Cuba del siglo XXI no es, ni será, la Cuba de las primeras décadas después de 1959. El país cambió, entre avances y retrocesos, entre aperturas y cierres, entre presiones extranjeras y burocracia (o burrocracia) interna. La heterogeneidad de opiniones en la sociedad respecto a todo tema que conquiste una esquina de un barrio periférico, una interminable cola para alcanzar un producto básico, un grupo de Whatsapp o el aula de una Universidad, es una de las riquezas más bellas de nuestro país.

La pluralidad en la búsqueda de consensos es una necesidad imperiosa que, más allá de una meta, es una realidad que palpita en las calles y no tanto en el hacer de algunos decisores y procesos. Ya lo cantaba el popular Dúo Buena Fe cuando en el 2011 pusiera a bailar a la isla con su conga Pleisteichon: existen “Mucha Cuba en una Cuba. Una cuba en muchas cubas”.

Para nadie es un secreto que la diversidad de opinión en nuestro país siempre ha existido: en el pasillo al salir de una reunión, en un encuentro de amigos, siempre underground, clandestina. Nunca ha emergido como pilar básico del progreso. La preponderancia de un único discurso eliminó toda posibilidad de que ganaran espacio otras voces, que si bien no se desentendían del proceso revolucionario, proponían formas diferentes de avanzar. El derecho a la libre expresión, signada por la responsabilidad, el respeto, la búsqueda del bien colectivo, alejada de egocentrismos, es la base de una pluralidad que debe reinar en nuestro país.

Las nuevas generaciones, sobre todo aquellas nacidas en la década de los 90’ del pasado siglo, configuran una sociedad totalmente diferente. Los nuevos y viejos conflictos sin solución, las inquietudes multiplicadas y más compartidas en la época de las redes sociales, las voces que encuentran en la Internet un espacio mucho más plural, aunque manipulado, donde expresarse ante la ausencia de otros escenarios, son señales inequívocas de un cambio que tiene que extenderse a todos los ámbitos de la vida.

La cosa no puede quedarse en la mención o disposición que aparentemente motiva intervenciones oficiales y reclamos periodísticos en las últimas semanas. La palabra debe llevarse a acción y la acción conducir a nuevos espacios donde la diversidad sea el núcleo de la unidad hacia el progreso.

Y usted pensará como nosotros que no puede convertirse en una pluralidad ficticia. Las nuevas ideas deben formar parte de las decisiones en el futuro cercano. Si no es así, el camino seguirá empantanado, la participación ciudadana en la construcción de su propia sociedad seguirá pasando por la censura del “bien común” que pregonan unos pocos. Y no hablamos solo a nivel de país, abogamos por un modo de actuación diferente en todos los niveles y escenarios.

Las organizaciones si quieren sobrevivir tienen que integrarse a este empuje. Desde la Asamblea Nacional, las Gobernaciones, los sindicatos, los colectivos administrativos, las organizaciones estudiantiles, incluso la propia enseñanza, necesitan dejar atrás la excesiva verticalidad de la orientación y el discurso y desterrar el prejuicio político que ha caracterizado toda la existencia del proceso.

Los cubanos apoyamos el derecho a la diversidad, a la pluralidad dentro de la unidad que se ha pretendido durante años. Sin anexión ni retrocesos, no puede pasar un día más sin que las múltiples voces que viven y sobreviven en nuestro archipiélago realmente sean oídas y sean una mano más en la construcción de un mejor proyecto de nación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *